En la antigüedad, tanto los griegos como los latinos tenían una regla casi universal: consideraban que el nacimiento de la ciudad marcaba el inicio de su civilización. Es decir, para ellos, la historia comenzaba con la fundación de una ciudad, y esto era lo que diferenciaba a un pueblo civilizado de otro que no lo era. Por lo tanto, resultaba fundamental investigar el origen de la ciudad y, en el caso de Roma, esto implicaba la búsqueda de un fundador.

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