Los protagonistas de Balla, esperança, balla podrían ser representativos de tantas y tantas vidas que tienen que transitar por caminos mucho más difíciles que los de la mayoría de los mortales. Vidas como la de Gemma, que nació afectada por Trisomía X; o la de Nanci, que después de pasar de familia en familia de acogida, termina encontrándose sola y en la calle hasta que alguien la ayuda; o la del jardinero enamorado de las cumbres y las estrellas, que no puede dejar la medicación si no quiere perderse y está decidido a estudiar para llegar a ser un profesional cualificado; o la de Narcís, que no quiere dejar ni el trabajo que se le ha proporcionado ni la terapia de grupo; o la de la dulce Lluïsa, que finalmente, gracias a su propia voluntad y a los apoyos que ha recibido, se ha liberado de la mala vida a la que la obligaba un proxeneta sin escrúpulos…

Las vidas reales en las que se inspiran estos relatos han sido duras, a veces, muy duras, aunque finalmente también llenas de esperanza. Novelarlas y compartirlas nos permite imaginar una sociedad más acogedora, más justa y más inclusiva. Esperança no es solo un nombre propio: es, por encima de todo, un sentimiento, un estado del alma. Es, en definitiva, la voluntad de un futuro mejor.

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