Vivimos una crisis alimentaria sin precedentes: cada día perdemos más campesinos y campesinas (son menos del 1% de la población activa); el aumento del precio de los alimentos no tiene freno (los productos básicos son un 12,2% más caros que hace un año), y la pérdida de la biodiversidad (un 25% en las últimas dos décadas en Cataluña) que causa la emergencia climática amenaza la supervivencia de muchos cultivos.

El «sistema alimentario se está desmoronando por todas partes», como explica la investigadora Marta Guadalupe Rivera en esta revista. Esta crisis ya no es circunstancial, fruto de una guerra, una plaga o una situación política o económica concreta. Esta crisis es estructural y ocurre, literalmente, en nuestra casa. En nuestra nevera, en nuestro plato, en nuestro estómago. No podemos despreocuparnos, porque la forma en que nos alimentamos puede ser la chispa de los grandes cambios que necesitamos en esta encrucijada de crisis.

Necesitamos, como propone el gastrónomo Carlo Petrini en las páginas siguientes, politizar lo que comemos y actuar: «La alimentación se ha dejado demasiado tiempo solo en manos de los productores que se han encontrado bajo la presión de grandes distribuidores», dice. Empecemos, como pide el exdirigente de Unió de Pagesos, Pep Riera, por «dejar de hablar de política agraria y hablar de política alimentaria, porque la alimentación es cosa de todos».

Actuemos para saber qué comemos, cómo vive la agricultura, qué impacto tiene la producción agroindustrial en nuestra salud y en la del planeta. Preguntémonos si este sistema podría funcionar de otra manera sin tener que saquear los recursos del Sur global y busquemos alternativas que ya son una realidad.

En Aliment encontraréis argumentos para mirar la comida más allá del hambre y del gusto, y motivos para transformar vuestra mesa. Podréis tirar del hilo comenzando por los elementos más básicos para que nazca un alimento: la semilla y la tierra. Podéis continuar con todo lo que tiene que ver con alimentarnos y terminar con la importancia de reutilizar y no dejar residuos. Porque, como dice la cocinera Maria Nicolau, «nos parece que no podemos cambiar el mundo, pero podemos cambiar algo tan básico donde se entrecruzan tantas cosas importantes como es la cocina».

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