Jose Maria Asensio Aguilera
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AL ENCUENTRO DE UNO MISMO: LA VISITA DE MONTAIGNE
Suele resaltarse, junto a nuestra racional inteligencia, la capacidad de los seres humanos para actuar según criterios que elegimos libremente y valorar su conveniencia a partir de nuestras propias reflexiones. Sin embargo, a menudo relegamos a un segundo o tercer plano de la realidad humana la innegable evidencia histórica de que gran parte de esta preciada racionalidad parece desvanecerse cuando nos enfrentamos a los problemas que surgen en la convivencia entre personas y pueblos. Somos fácilmente manipulables por líderes sociales e instituciones, y con frecuencia actuamos de manera mimética o impulsados por nuestras emociones.
El ser «uno mismo» implica percatarse y tomar conciencia de todas estas influencias, para que pueda emerger en cada individuo un «yo» dotado de mayor autonomía y dispuesto a respetarse en sus valoraciones y formas de apreciar la vida. Para que esto sea posible, se requiere, obviamente, una educación que fomente el conocimiento de la condición humana, el autoconocimiento y el diálogo como medios para resolver conflictos interpersonales o sociales.
Porque llegar a ser «uno mismo» implica desarrollar una mente abierta hacia un amplio espacio de convivencia, que sea razonablemente compatible con el respeto a nuestras formas singulares de interpretar y querer vivir la vida.