El presente ensayo tiene como objetivo destacar la importancia del potencial desestabilizador inherente al «sujeto democrático». Se plantea el «giro pasional» de la política como una forma de demostrar que el individuo solo puede actuar de manera exitosa sobre la realidad cuando asume el papel de objeto. Cuando la subjetividad reprime su disposición pasiva hacia el mundo, niega la carencia básica que la une íntimamente a él. El «sujeto democrático» busca constantemente la plenitud, lo cual es precisamente lo que imposibilita la democracia. Solo cuando el sujeto se encuentra en una posición de debilidad y servidumbre hacia los demás, es capaz de desafiar auténticamente la realidad. A medida que el sujeto político ha ido ganando fuerza, los resultados de sus acciones se han debilitado. Por lo tanto, es necesario invertir esta tendencia y objetivar al sujeto, con el fin de aumentar la eficacia de sus acciones.

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