Las imágenes, desde sus orígenes, han estado presentes para narrar historias, siempre acompañadas de palabras. A veces escritas, otras veces imaginadas por el espectador. Desde los petroglifos de los hombres-perro en el desierto de Libia hasta los dibujos de Jean-Jacques Lequeu, las imágenes y las palabras se han complementado a lo largo del tiempo.

Sin embargo, todo cambió con la llegada de la Revolución Industrial y la conquista del mundo por las máquinas. Una de esas máquinas fue la cámara fotográfica, que revolucionó nuestra forma de ver, vivir y hacer literatura. A partir de entonces, tanto las imágenes como las palabras renunciaron a contar una historia y nos llevaron a un nuevo lugar: las propias imágenes y las mismas palabras.

En su color, materia, espacio, forma y sonido, las imágenes y las palabras se volvieron ensimismadas. Este cambio de paradigma fue escenificado por primera vez por las vanguardias artísticas, y ha dejado una huella profunda en la práctica artística hasta nuestros días.

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