En la sociedad, las actitudes privadas pueden ser negativas y propensas al antagonismo. Sin embargo, lo realmente importante es que las leyes puedan imponer coercitivamente un comportamiento público pacífico y en conformidad con el Derecho, para todos los ciudadanos razonables.

No se trata de que a través de una buena organización se puedan eliminar por completo las tendencias egoístas de los individuos. Sin embargo, la organización a través del Derecho se convierte en el mecanismo por el cual los seres humanos se ven obligados a ser buenos ciudadanos, aunque no necesariamente moralmente buenos.

Esta tarea está al alcance de cualquier sociedad, incluso hasta el punto de que, aunque sea un pueblo de demonios, siempre y cuando estén dotados de razón, serán capaces de establecer un Estado de Derecho. Esto es lo que sostiene Kant en su obra «Zum ewigen Frieden, ein philosophischer Entwurf».

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