La Segunda República en España fue un período de grandes esperanzas para los trabajadores. Inicialmente, parecía que décadas de esfuerzo sindical darían lugar a una reforma decisiva en la legislación social y en las condiciones laborales. Esto se debía al éxito electoral del PSOE y a la presencia de Largo Caballero en el Ministerio de Trabajo y Previsión Social.

Sin embargo, las cosas no resultaron fáciles y la resistencia de los patronos al cambio fue mucho mayor de lo esperado. En este contexto de incertidumbre, la coalición republicano-socialista sufrió una crisis y la victoria electoral de un centro-derecha permitió una contraofensiva patronal. Esto puso en peligro los avances conseguidos y aumentó el riesgo de una involución.

Como respuesta a esta situación, en octubre de 1934 tuvo lugar una insurrección obrera que resultó en un fracaso. Esta revuelta llevó a la encarcelación y expulsión de miles de obreros de sus puestos de trabajo, lo que supuso un momento difícil para la Unión General de Trabajadores (UGT).

Desafortunadamente, la trayectoria ascendente de la UGT se vio bruscamente interrumpida por la sublevación militar. Esta revuelta militar tuvo consecuencias devastadoras para los trabajadores y para el país en general.

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