El flamenco no nació como un espectáculo, sino como una forma de expresión de un pueblo inarticulado. Eran los poemas gritados a través de lágrimas por analfabetos que no podían comunicarse de otra manera. Eran los lamentos de amor de un primitivo tosco que apenas sabía hablar, pero que encontraba su expresión en el sufrimiento. ¿Quién podría haber imaginado que ese lamento íntimo, ese llanto musical, ese desgarrarse el alma para mostrar el corazón, se convertiría en algo taquillero algún día?», afirmó Edgar Neville en su obra «Flamenco y cante jondo» (1963).

Desconocemos si Neville consideraba al cine en su reflexión, pero la relación entre el cine y el flamenco se remonta a las primeras películas del período mudo y ha ido creciendo en diversas formas desde la llegada del sonido. Desde las apariciones esporádicas de artistas (cantaores, bailaores, tocaores, etc.) hasta el papel dramático que juega la música flamenca tanto en películas de ficción como en documentales.

El presente volumen es el resultado de años de arduo trabajo previo a la fase de escritura. Este trabajo incluyó horas de visionado, audiciones, lecturas, consultas, entrevistas, viajes y búsquedas incansables. Los autores se entregaron con pasión al estudio del flamenco, del cine… y del flamenco en el cine.

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