El empuje de las nuevas fuerzas surgidas de la revolución industrial está logrando barrer del escenario europeo los últimos vestigios del Antiguo Régimen, que las antiguas clases dirigentes inútilmente pretenden defender. Aunque aún predominan los factores de la economía tradicional, con una producción agrícola superior a la industrial y transportes lentos y caros a pesar de la creciente extensión de los ferrocarriles, las oligarquías financieras no están otorgando créditos bancarios de manera generosa.

Sin embargo, se vislumbra un surgimiento pujante de una burguesía conformista, respaldada por el soporte ideológico que le brinda el liberalismo. Esta burguesía contempla impávida la constante depauperación de las masas trabajadoras, que son excluidas de los derechos políticos.

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