En una fría tarde de noviembre, mientras el joven Joakim acompañaba a su padre en las compras navideñas, se detuvieron frente a una librería. Allí, entre los objetos decorativos y los libros de cuentos, Joakim descubrió un calendario de adviento. Este no era un calendario común, tenía 24 ventanitas por abrir, una por cada día de diciembre hasta la nochebuena.

Para sorpresa de Joakim, este calendario resultó ser mágico. En lugar de las tradicionales figuras, todos los días caían pequeños papelitos escritos que narraban la historia de Elisabet, una niña perdida en el tiempo y el espacio.

La trama nos llevó en un emocionante viaje por Europa, acompañando a un variopinto grupo de personajes que se unían a la historia día tras día. Cada página del calendario revelaba nuevos secretos y misterios, como si fueran pequeñas cajas de sorpresas que se abrían lentamente.

El recorrido no era solo físico, sino también temporal. De manera mágica, el grupo avanzaba en el tiempo, retrocediendo hasta llegar al portal de Belén en la Navidad original. Las historias dentro de la historia se entrelazaban, creando un entorno lleno de misterio y encanto, características típicas de las obras de Jostein Gaarder.

Así, cada ventana del calendario se convertía en un regalo especial, un tesoro prenavideño que encerraba más que solo palabras. Era un viaje hacia la esencia de la Navidad, un camino lleno de magia y significado que solo podía desvelarse día a día, como un regalo que se disfruta con paciencia y asombro.

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