Robinsón, tras el hundimiento de su barco en el mar debido a una tormenta, se encontró en una situación desesperada. Sin embargo, afortunadamente logró agarrarse a una tabla y llegar hasta una isla cercana. Exhausto y completamente empapado, se quedó dormido en la playa.

Al despertar, Robinsón se encontró con la sorpresa de un loro que estaba posado cerca de él. El ave lo observaba curiosamente, como si supiera que estaba necesitado de ayuda. El loro comenzó a hablarle, como si intentara comunicarse con él. Aunque Robinsón no entendía lo que decía, pudo sentir que el loro intentaba transmitirle algo importante.

Después de un rato de intercambio de palabras, el loro decidió marcharse. Robinsón, intrigado por la actitud del ave, decidió seguirlo. Para su sorpresa, cuando llegó al lugar al que el loro lo llevaba, se encontró con otro loro. Parecía que ambos animales estaban trabajando juntos para ayudar a Robinsón.

Los dos loros parecían muy ansiosos por explicarle algo a Robinsón. Aunque al principio no entendía lo que le decían, poco a poco fue comprendiendo su plan. Los loros le mostraron los restos del naufragio que habían sido arrastrados hasta la orilla. Entre los objetos, había una vela blanca que aún estaba en buen estado.

Robinsón se dio cuenta de que los loros querían que él se sentara en la vela y que ellos, junto con otros loros de la isla, la levantarían con sus picos y volarían con él hacia la libertad. Era una idea arriesgada, pero Robinsón confiaba en los loros y en su deseo de ayudarlo.

Finalmente, el plan se puso en marcha. Todos los loros de la isla se reunieron y, con cuidado, tomaron la vela blanca con sus picos. Robinsón se sentó en ella y, con un gran esfuerzo, los loros comenzaron a volar. Era una escena increíble: cientos de loros volando juntos, llevando a Robinsón en su vela improvisada.

Después de un largo viaje, los loros finalmente llevaron a Robinsón hasta una zona segura, lejos de la isla. Robinsón se sintió inmensamente agradecido con los loros por su valiosa ayuda. Sin ellos, nunca habría logrado escapar de la isla y regresar a la civilización.

Robinsón aprendió una lección importante en su aventura: la importancia de la amistad y la colaboración. Los loros demostraron ser verdaderos amigos en su momento de necesidad y Robinsón siempre recordará el increíble vuelo que compartió con ellos.

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