El capitalismo, conocido en la modernidad como liberalismo, se ha convertido en el mayor genocida de la historia. Este sistema económico no tiene rostro ni código genético, lo que dificulta rastrear sus crímenes, que son casi perfectos. Los protagonistas de este sistema son los índices y balances financieros, como el Dow Jones y el Nikkei.

Las víctimas del capitalismo son tanto los muertos como los vivos. En el llamado Tercer Mundo, miles de niños mueren diariamente debido a la desnutrición. Además, muchos pueblos están condenados a pagar los intereses de una deuda interminable. La innumerable multitud de deportados y desplazados también sufre las consecuencias de este sistema, ya sea en las trincheras de guerras sin sentido o siendo quemados vivos por el napalm.

El capitalismo está presente en todos los rincones del mundo, pero a la vez parece estar en ninguna parte. Surge entonces la pregunta: ¿a quién deberíamos citar para comparecer ante un eventual tribunal de Nuremberg y rendir cuentas por los crímenes cometidos en nombre del capitalismo?

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