La globalización y el individualismo, lejos de desaparecer, han dado lugar a un resurgimiento de la comunidad. Esta nueva forma de comunidad se basa en los diferentes tipos de pertenencia que hemos adoptado tras dejar de estar ligados a un lugar específico.

En la sociedad moderna, el creciente individualismo ha generado una nostalgia perdurable por la idea de comunidad como fuente de seguridad y pertenencia. En los últimos años, se ha planteado como una alternativa al Estado como base política.

Gerard Delanty, en su estimulante introducción crítica, analiza los orígenes del concepto de comunidad en el pensamiento utópico occidental. Compara esta idea idealizada con las sociedades tradicionales estudiadas en la sociología y antropología clásicas.

En esta nueva forma de comunidad, nos encontramos preparados para pertenecer a diversas comunidades basadas en la religión, el nacionalismo, la etnicidad, los estilos de vida y el género. Ya no estamos limitados por nuestra ubicación física, lo que nos permite establecer conexiones y pertenecer a diferentes grupos.

La globalización nos ha brindado la oportunidad de conectarnos con personas de todo el mundo, independientemente de nuestra ubicación geográfica. Este nuevo tipo de comunidad comunicativa nos permite explorar diferentes identidades y encontrar un sentido de pertenencia en múltiples grupos.

En resumen, la globalización y el individualismo no han eliminado la comunidad, sino que la han revitalizado. Nos han dado la posibilidad de formar parte de comunidades basadas en diferentes aspectos de nuestra identidad. Ahora podemos pertenecer a múltiples grupos, enriqueciendo nuestra experiencia de comunidad en el mundo moderno.

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