En lo más profundo del bosque habitaba una bruja conocida por su nombre, su aspecto y su voz tan salvajes que asustaban a todos los seres que se cruzaban en su camino. Su sola presencia hacía que los ogros, trols, orcos y demás monstruos temblaran de miedo, pensando que buscaba pelea.

Con su cabello negro como la noche y sus ojos brillantes como estrellas, la bruja caminaba entre los árboles con paso firme y decidido. Su risa retumbaba en todo el bosque, enviando escalofríos por la espalda de quienes la escuchaban.

Los animales del bosque la observaban con recelo, manteniendo la distancia, mientras que los pájaros se alejaban rápidamente al escuchar su voz. Incluso los árboles parecían encogerse ante su presencia, temerosos de lo que pudiera hacer la bruja con su magia oscura.

Nadie se atrevía a desafiarla, ni siquiera los seres más poderosos de las tierras lejanas. La bruja era un enigma, un misterio envuelto en sombras, cuyo único deseo parecía ser sembrar el terror en el corazón de quienes se atrevieran a cruzarse en su camino.

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