Colón, el marinero más diestro de todos, tenía la habilidad de navegar incluso en charquitos de agua. No había pirata, tormenta ni motín que pudiera desviar su rumbo mientras el viento le despeinaba y lo llevaba volando a través de un mar interminable de peligros.

Pero un día, en el horizonte, algo captó su atención: un nuevo mundo. Al menos, eso es lo que le pareció a él. Porque, claro está, para los indígenas, el nuevo mundo era el que se les venía encima, lleno de cambios y desafíos.

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