A pesar de que la mujer no ha sido destacada en la historia oficial del Imperio Romano, durante este periodo disfrutó de cierta libertad y, en ocasiones, incluso de una verdadera independencia. Su presencia era omnipresente en los objetos cotidianos y en la decoración de las casas y villas romanas. Encontramos la figura de la mujer representada de diversas formas, creadas por la imaginación de los artesanos de la Antigüedad y plasmadas en joyas, esculturas, mosaicos, pinturas murales y decoración arquitectónica.

La imagen de la mujer es la de un ser complejo, que encarna tanto las fuerzas de la naturaleza, la riqueza espiritual, la belleza y el deseo, como la fuerza animal o la de los dioses con apariencia humana. También se le atribuye la magia destructiva y, en ocasiones, se le critica por su duplicidad. A los ojos de los romanos, la mujer simboliza las tensiones y contradicciones que habitan el espíritu y desgarra las almas de toda la humanidad.

Durante mucho tiempo, el arte del Imperio Romano buscó representar imágenes de poder y grandeza a través de objetos preciosos. Sin embargo, el Museo del Louvre ha adoptado una concepción más amplia de la Antigüedad, donde los vestigios arqueológicos más humildes permiten reconstruir los gustos, inquietudes e ideas de los ciudadanos romanos.

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