Hace un año que Swan y Steff se separaron después de una amarga discusión. Entre ellos había una atracción intensa, que los llevaba a enzarzarse en batallas verbales cada vez más crudas y a terminar siempre besándose con una pasión desbordante. Pero Swan siempre se detenía a tiempo, antes de cometer una locura, porque sabía que había obstáculos insalvables entre ellos. Aunque sabía que había hecho lo correcto, no pasaba un solo día sin que esa decisión le pesara. La deseaba, la recordaba en cada segundo, con una necesidad furiosa de tenerla y no podía renunciar a ella ni un día más. No sabía si podría recuperarla y eso lo destrozaba.

Durante su año en California, Swan consiguió dejar atrás la caída libre autodestructiva en la que se sumió al perder a Tess, las sesiones cada vez más duras de sexo, las peleas y el alcohol. Ahora está dispuesto a ir a por Steff, cueste lo que cueste. Nada lo detendrá.

Cuando el destino los reúne de nuevo en un concierto de la banda de Julia, ella se muestra irritada y sin deseos de perdonarlo, a pesar de su creciente atracción hacia él y la avidez descontrolada que la posee al verlo. La tensión sexual entre ellos reaparece con fiereza, acercándolos y dejándoles claro que, a pesar del tiempo transcurrido, siguen deseándose y arrastrándose por las turbulentas aguas de la pasión.

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