La pequeña bruja Pegatina está cansada de su vida, de las batallas de barro azul y de los helados con sabor a lengua de renacuajo. Todo eso, a ella, no le interesa. Lo que realmente le parece extraordinario son las historias mágicas que escucha en secreto.

Un día, mientras volaba en su escoba por el bosque encantado, Pegatina se encontró con un pez rojo que tenía barba. Al verlo, decidió hacerle una pregunta: «¿Sabes alguna historia mágica?». El pez rojo le respondió con un brillo en sus ojos y comenzó a contarle la historia de un unicornio que podía volar.

Pegatina quedó fascinada por esa historia y decidió que quería vivir su propia aventura mágica. Así que, dejó atrás las batallas de barro azul y los helados con sabor a lengua de renacuajo y se adentró en el bosque en busca de un unicornio.

Después de mucho buscar, Pegatina encontró un rastro de huellas que la guiaron hasta un claro en el bosque. Allí, frente a ella, estaba el unicornio que el pez rojo le había contado. Era tan hermoso como en la historia y tenía alas brillantes que lo hacían volar.

Pegatina se acercó al unicornio con cautela y le preguntó si podía acompañarlo en sus viajes mágicos. El unicornio asintió con la cabeza y juntos emprendieron un viaje por tierras desconocidas, llenas de criaturas mágicas y aventuras emocionantes.

Desde ese día, la pequeña bruja Pegatina encontró su verdadera pasión: vivir historias mágicas y compartirlas con todos los que quisieran escuchar. Dejó atrás los peces rojos que tenían barba y los helados con sabor a lengua de renacuajo, y se convirtió en una gran narradora de leyendas mágicas.

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